La cosa es rara. He sentido todo el día un vértigo cercano al viaje astral. No,
no me he vuelto místico; les explico. Una sensación de libertad bastante
etérea, bastante rara ha invadido mi ser y, si bien no he pensado en ello hasta
que he ido al supermercado, la inminencia de una noche solo, durmiendo encima
de mi lugar de trabajo de los últimos dos años, me ha agitado las entrañas. La
naturaleza inorgánica de las habitaciones de arriba, que siempre han estado
ahí, ha mutado en algo mío, más allá del recuerdo de mis abuelos, o las horas
pasadas arriba, cuando el aparataje informático de la antigua imprenta se
concentraba donde hoy pasará a estar mi cuarto de estar. La vida es rara por
eso, porque la percepción juega con nosotros, y se ríe. Eso me divierte, pero
como escapa a mi control, a la vez, me asusta.
En la prosaica tarea, a partir de ahora, rutina, de comprar, después de unos
años en la casa paterna, me han aflorado temores y sudores, que creía
exorcizados. Pero no, no es tan sencillo. Los supermercados siempre me han
producido angustia. Siempre hace calor, hay mucha gente y te contagian la
prisa. La prisa es el mayor enemigo de la paz de espíritu. Es una lucha, un
conflicto que se produce en mi mente ya caduca y vieja. El sosiego de la
soledad contra la realidad. He formado una idea vaga y ominosa de mi estancia
aquí. Sé, que la cotidianidad matará paulatinamente el aura mística de todo
este asunto de la independencia. Hoy es el día que puedo decir, tengo una casa.
Antes, había vivido alquilado, en Granada, en Madrid, o en mi propia casa
infantil —que en mía y siempre lo será, pues sigo lo que decía Rilke a
rajatabla—, que ya se me hacía difícil cerca de la cuarentena. A lo mejor
ustedes que leen se sorprenden de que le dé tanta importancia, y es porque
seguramente han sentido un anhelo de libertad desde edades muy tempranas. A mí
nunca me pasó eso, pues he vivido 14 años fuera de mi adorable pueblecito, pero
sabía —aunque a veces tornase en eterno castigo— que era temporal. Bien, ahora
me espera una cama arriba, que está en una habitación que concibo como la que recogerá
mi cuerpo yermo cuando me muera. Así lo deseo. Quiero vivir aquí para siempre
ya. No sé cuánto tiempo me queda, pero para mi salud mental, son necesarios algunos
reajustes, y este paso era uno de ellos. Sé que los que me leéis y me conocéis
pensáis que soy como un ser castigado y gruñón, pero siempre bueno. Bueno no
soy. Soy fácil de tentar, lo que pasa es que las personas pasan de tentarme.
Ahora, aquí, en la soledad de mi fortaleza, en mi dársena que da a poniente, me
siento por primera vez libre para el casi inexplorado campo de las tentaciones.
Quien la lleva la entiende.
Me voy a dormir ya. Hoy 24 de enero de 2016, día de la acracia independiente de
mi domicilio. ¡Viva Pósito, 5!
Me gusta que un Rioja se parte de tu fondo basico de armario de cocina :) Feliz dia de la independencia! Cari
ResponderEliminarMuchas gracias. Se ha comenzado trabajando por ser domingo, pero bien.
EliminarEn realidad yo no bebo. Es para las visitas.
Fotos muy sugerentes y bellas. Y es que lo simple y sencillo tiene esa belleza especial. Espero que sea muy muy feliz en su "nuevo" "viejo" hogar, don Miguel. Veo que le falta un botijo. Tendremos que arreglar eso.
ResponderEliminarAquí todo es simple. Feliz es aspirar a mucho, jejeje.
EliminarSi tengo botijo. Un botijo chinesco. Después subo foto.
Ah... y se me olvidaba: ¡VIVA!
ResponderEliminarEs 'unamuniano', vas a estar de pecado por tus dependencias. Genial el detalle del Rioja para las visitas. Lo del super tienes razón, no suele ser el mejor momento del día, mejor los mercados con paradas, charleta y pagando en efectivo. Feliz día de la independencia!
ResponderEliminarYo soy autónomo. Siempre pago en efectivo. Jajaja.
EliminarIgual escribo una nivola.
Yo también odio la compra... y creo que aquí en el Reino Unido la experiencia de la compra es mucho peor... voy a comprar principalmemte como excusa para llenar mi nevera de cerveza...
ResponderEliminar¿No hay tiendas de chinos?
EliminarRecuerdo mi primera compra como "independiente". Me pareció muy emocionante, y también un poco extraña, porque había que comprar cosas que después se dan ya por sabidas y tenidas: el escurreplatos, el cubo de fregar, los botes de cocina... A mí tampoco me entusiasman los supermercados, pero esa vez disfruté. ¡Buena suerte en tu nueva casa!
ResponderEliminarGracias, Ana. La voy a necesitar. No estoy, como sabes, empezando bien esta andadura, pero nada nunca me es sencillo. Al final estos momentos quedarán como anécdotas... O eso espero.
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