domingo, 28 de febrero de 2016

Paz e ilusión

Hace ya un mes.
Un mes que por falta de tiempo, de ganas o de algo que decir, no escribo nada por aquí. Ha sido febrerillo el loco un mes sereno, donde el frío ha vuelto a poner las cosas en su sitio, y mi adaptación a la nueva casa está yendo maravillosamente. Me encuentro a gusto en mis dominios, y aunque algunas veces la mescolanza trabajo/ocio es una amalgama de tiempos solapados, voy sorteando bien los obstáculos, aunque tenga momentos de debilidad, como todos. El reposado encanto de la comida en la cocida de hule de cuadros verdes sobre fondo blanco, el aroma de los guisos que se mezcla con el olor a taller, y con el hedor del tóner, desgraciadamente —bueno, por el aroma, porque yo necesito mi Xerox funcionando a tutti pleni, el negosi, ya saben—, las siestas con Saber y Ganar y el asobine en el sofá, sin que suene Juan Imedio de fondo. Cosas todas ellas muy provechosas. No me siento en absoluto solo. La soledad es un bálsamo que me está viniendo bien para mis quehaceres mentales. Todo pasa lentamente, aunque las semanas vuelen, y ya parece que llevo media vida aquí, durmiendo en la cama de mis ancestros y sin arreglar aún el enchufe de la mesilla de noche; soy el mismo dejado de siempre, eso es impertérrito devenir. Y sigo acumulando botellas de agua al pie de la cama, como recordatorio a Diógenes, aunque duerma con el Corazón de Jesús mirando todo lo que hago. Las láminas te perdonan todo, claro. Son papel impreso y yo soy del gremio.


Además, he recibido visita de allende del terruño. Esther vino a pasar un fin de semana, el de la vida del gorrino pachón, entre películas y comilonas, spaguetti de calabacín y charlas necesarias. Ha hecho bien a la casa y a mí. Todo el ciclo se cumple tarde o temprano, y ya he alcanzado el equilibrio entre cómo están las cosas y cómo estoy yo.

Con Ster Miau

Tener patio, aunque encajonado, es buena cosa, pues muchas veces, aunque haga gélida temperatura me gusta sacarme la silla y respirar el aire, con leve olor a leña quemada si hay suerte. Aún queda mucho por recorrer, queridos amigos, pero todo llegará. Una vez no forzada la situación y dejando fluir naturalmente las cosas, puedo decir, sin temor a errar, que cada día la paz que ansiaba me va llegando.
Comidas de miércoles, cenas, visitas quedan por hacer. Espero ilusionado nuevas aventuras sin salir de la casa. Ansío poder escribir más, pero creo que para esa concentración, a ese nivel de compromiso conmigo mismo, aún queda. Bueno, todo se andará.

Me doy, cuanta, y aunque no tenga nada que ver, que hace 9 años empecé en esto de los blog en serio, escribiendo mi primera entrada para el blog verde mameluco, referente durante 5 años. Sé que esto no se convertirá nunca en eso, pero ineludiblemente me percato que es el Día de Andalucía, 28 de Febrero y me retrotrae a cuando volví de Donosti con la carrera aprobada y un gran peso quitado de encima. Las pesadillas, los que me siguen todos los días, siguen ahí, pero espero exorcizarlas en el futuro, a base de paz e ilusión. Poca cosa, Mameluco, poca cosa pretendes. Pero el mundo, mi pequeño mundo, bien vale una misa.


Comida de Miércoles con los hermanos






lunes, 1 de febrero de 2016

Anfitrión

En el imprescindible “Recorte de Hostias” de Mauro Entrialgo me enteré de la etimología de la palabra anfitrión; nunca me gustó la mitología clásica, eso es un hecho, pero la historia tiene su enjundia.
Copiopego de la Wikipedia:

[…]Anfitrión era el prometido de Alcmena, hija de su tío Electrión rey de Micenas, cuando éste fue atacado por Pterelao, sobrino del rey y aspirante al trono de Micenas. En el enfrentamiento murieron los hijos de los dos cabecillas. Para vengar la muerte de sus hijos, Electrión organizó una campaña contra los tafios, que habían intentado invadir Micenas con Pterelao al frente. Durante su ausencia pensaba dejar al cargo de sus posesiones a Anfitrión. Pero cuando Anfitrión regresaba de recuperar unas vacas que les habían robado los tafios, uno de los animales se enfureció, Anfitrión para pararla le lanzó un palo que rebotó matando a Electrión. Esténelo, rey de Argos, de quien dependía el reino de Micenas, aprovechó la circunstancia para desterrar a Anfitrión.Tras esto, Anfitrión se instaló en Tebas junto a Alcmena. Como ésta había jurado no entregarse a él hasta que sus hermanos estuviesen vengados, Anfitrión tuvo que emprender otra guerra contra los tafios. La noche que regresaba victorioso, Zeus tomó a Alcmena antes que él, adoptando la misma forma y aspecto que el rey y ordenando al Sol que no saliera durante tres días para permanecer una larga noche de amor junto ella, que creía estar con su esposo.Posteriormente también el verdadero Anfitrión se acostó con ella. De estas uniones nacieron Heracles, hijo de Zeus e Ificles, hijo de Anfitrión.El adivino Tiresias relató lo sucedido a Anfitrión, y este, al enterarse, intentó quemar viva a Alcmena, pero Zeus lo impidió.



La actual acepción de anfitrión, nos dice también la wiki, deriva de la obra de Moliere del mismo título, en el que nos señala que el buen anfitrión es el que ceba como a un gorrino en la cena a sus invitados.



Ayer volví a la imprenta con la intención de quedarme aquí, al menos unos días, y a fe que lo conseguí el primero de los días, pues no salí a casi nada durante el sábado, y no fue hasta entrado ya el domingo que me dirigí a La Tapadera, para cerrar los círculos que hay que cerrar. Rituales entre hermanos y otras oraciones de obligado cumplimiento.

Como algunos de ustedes ya saben celebré el sábado 30 mi ”housewarming party” que es algo así como invitar a tus amigos para que te calienten la casa —concepto que me descubrió Irene, que rápidamente asimilé para mis pamplinas—, y aunque lo que calentó en realidad fue la estufa de aceite, de amistad se llenó la casa. Ejerciendo de anfitrión, pero sin compartir mujer con Dios alguno —no tengo ni lo uno ni lo otro— e intentando ser detallista y obsequioso. Otro rito. Otro rito. Un rito de exorcismo de la semana pasada. La vergüenza y la ansiedad reparada por un jolgorio alegre acompañado de carnes y caldos, de horas de charla que te charla. Hoy he dormido muy poco, pero a pierna suelta. No sé si podrá volver el comezón, pero gracias a la ayuda materna se encauzó la logística del vórtice del kaos y gracias a los que asistieron la entropía disminuyó, como diría Dickens, del modo cursi que él tiene de decir la cosas, por los buenos sentimientos. Sí, y por el postre estratificado y chocolateado de Ana, claro, a la que echamos de menos. La mente humana es un misterio. O bueno, no lo es tanto, pero negamos el poder de la simplicidad. La navaja de Occan se puede aplicar a cualquier cosa, entre otras a mi mente enferma —no sé si es o está enferma, pero ahí sigue con el ris ris—. En los momentos de naufragio existencial, de la derrota —otra más— que sentí los días pasados no me imaginaba el efecto balsámico de un día así podía tener para conciliarme con la casa —y según Manolín sus fantasmas—, para congraciarme con mi nueva vajilla, para hacer mía la salita de abajo. No crean que está todo hecho. Ojalá. Queda la sala de la tele de arriba, a la que tendré que domar diciéndole cosas como el hombre que susurraba a los “livings” o así. Habrá forma y maneras de poner todo en orden poco a poco. Seguro. Y todas estas cosas que digo no las tenía como seguras ayer por la mañana, la mañana del sábado, pues mi nerviosismo y ansiedad era patente, como podrían demostrar algunos whatsaaps delatores que permanecerán ya para siempre en el mundo de la intimidad.
Agradecer, pues, a los que estuvieron. A mis padres adoptivos, María y Manolín, a Juanillo, a Ana que aunque estaba trabajando estaba con nosotros, a Irene que no dudó ni un momento en venir desde las tierras sevillanitas cargada de gominolas, a Pedro —que pon fin se bebió el vino prometido en octubre— y Mari Carmen, a Alfonso —que me obsequió con todo un Chesterton—, a Evaristo, ese revel graphic design… y a Raúl, que le pilló de rebote, pero que también contribuyó a la paz del hogar.
Muchos os preguntaréis porque os habéis quedado fuera. Y no me duele en prendas decir algunos con sus nombres. 
Manolín, chivito mío, tú vete reservando un miércoles sin presiones familiares, para hacer una cena en condiciones. 
Y Cobito malo, amigo Diego, un sabadito por la tarde formamos en la rebotica un contubernio judeomasónico para hacer travesuras de alto standing con Itucci Oro y lo que surja.
A los demás hay más días que ollas.
Y ya no aburro más. 
Os dejo con algunas instantáneas del ágape.



Escrito la mañana del 31 de Enero de 2016.























martes, 26 de enero de 2016

Vórtice de kaos: la rendición o el por qué de no forzar las cosas.

Hola, amigos.
Ando desaparecido de casi todas las redes porque entre lo atareado que está uno, y lo idiota, culpable y —mirándolo fríamente— perro del hortelano. No como ni dejo.
Ayer lunes, pasé un día realmente escalofriante en mi nuevo hogar. La mente me jugaba malas pasadas y aunque dormí confortablemente al fin —el sábado había dormido poco por aquello de las after de la plaza— y las horas debidas, pero me desperté raro. Me dolía todo el cuerpo, sentía frío, pero nada que diera a entender que estaba griposo. Se me estaba durmiendo la lengua y ciertas partes del cuerpo. La última vez que me pasó fue por agotamiento, y eso debe ser. Me agoto enseguida. Ayer, como digo, comencé a trabajar temprano, y destemplado y lo hice hasta que miré el reloj y eran las 3 y 25 de la tarde. ¿Se puede ser más inútil? Al no tener casi nunca hambre no me acuerdo que hay que comer y ya ni comí ni nada —me pasaba mucho los últimos años que estuve en Granada esto de desertar de comer por la falta de apetito y ganas de hacer algo—. La tarde fue enrevesada, terrible. Entre pena infinita penaba por aquí… a lo mejor me he precipitado. A lo mejor hace mucho frío. A lo mejor no es lo que esperaba. A lo mejor es que puedo estar muerto y estar vivo como el gato ese. Me tuve que bajar al hogar al que parecía que no volvería, creando una dicotomía en mi cabeza que no se la deseo a nadie. Haga lo que haga, sufriré, eso es seguro, y he adoptado la actitud cobarde de no estar entre un vórtice de caos y volver hasta el fin de semana a mi desorden controlado y huir, como un desertor sin convicciones, de lo que me haría tan feliz. Ayer dormí en mi antigua casa, y hoy he comido y ahora me iré para allá. Y siento frustración, pero es que el espacio es caótico, desesperante a mi alrededor, la ansiedad me llega a la nariz en forma de hormigueo. Poco a poco me voy tranquilizando, pero un cansancio físico se ha instalado para quedarse, por lo que se ve. He tenido que trabajar mucho estos días. No me ha dado tiempo a dejar las cosas listas. Ahora poco a poco encauzo las cosas con ayuda. No había pedido ayuda por no molestar más aún, y lo he pagado caro. Al final culpable por pedirla, al fin, y culpable por no tener la capacidad de reaccionar bien a lo nuevo, a los retos, ni a las aventuras. Pero si una cosa es segura, que aunque no se note por lo gordo que estoy, es que soy cabezón. Muy cabezón. Y el caballo me tirará unas cuantas veces, pero luego será mi amigo. Mi casa será mi amiga, y eso lo pueden hacer los amigos, por lo que la francachela que tenía el sábado y he estado a punto de anular por inseguridad se llevará a cabo, como estaba previsto por la organización. O sea, yo.

PS: No es un post llamativo desde el punto de vista de crónica literaria, pero sí fundamental para este propio blog como proyecto.

Avances...







ESTO ES PARA UBÉ

sábado, 23 de enero de 2016

Independence Day

La cosa es rara. He sentido todo el día un vértigo cercano al viaje astral. No, no me he vuelto místico; les explico. Una sensación de libertad bastante etérea, bastante rara ha invadido mi ser y, si bien no he pensado en ello hasta que he ido al supermercado, la inminencia de una noche solo, durmiendo encima de mi lugar de trabajo de los últimos dos años, me ha agitado las entrañas. La naturaleza inorgánica de las habitaciones de arriba, que siempre han estado ahí, ha mutado en algo mío, más allá del recuerdo de mis abuelos, o las horas pasadas arriba, cuando el aparataje informático de la antigua imprenta se concentraba donde hoy pasará a estar mi cuarto de estar. La vida es rara por eso, porque la percepción juega con nosotros, y se ríe. Eso me divierte, pero como escapa a mi control, a la vez, me asusta.
En la prosaica tarea, a partir de ahora, rutina, de comprar, después de unos años en la casa paterna, me han aflorado temores y sudores, que creía exorcizados. Pero no, no es tan sencillo. Los supermercados siempre me han producido angustia. Siempre hace calor, hay mucha gente y te contagian la prisa. La prisa es el mayor enemigo de la paz de espíritu. Es una lucha, un conflicto que se produce en mi mente ya caduca y vieja. El sosiego de la soledad contra la realidad. He formado una idea vaga y ominosa de mi estancia aquí. Sé, que la cotidianidad matará paulatinamente el aura mística de todo este asunto de la independencia. Hoy es el día que puedo decir, tengo una casa. Antes, había vivido alquilado, en Granada, en Madrid, o en mi propia casa infantil —que en mía y siempre lo será, pues sigo lo que decía Rilke a rajatabla—, que ya se me hacía difícil cerca de la cuarentena. A lo mejor ustedes que leen se sorprenden de que le dé tanta importancia, y es porque seguramente han sentido un anhelo de libertad desde edades muy tempranas. A mí nunca me pasó eso, pues he vivido 14 años fuera de mi adorable pueblecito, pero sabía —aunque a veces tornase en eterno castigo— que era temporal. Bien, ahora me espera una cama arriba, que está en una habitación que concibo como la que recogerá mi cuerpo yermo cuando me muera. Así lo deseo. Quiero vivir aquí para siempre ya. No sé cuánto tiempo me queda, pero para mi salud mental, son necesarios algunos reajustes, y este paso era uno de ellos. Sé que los que me leéis y me conocéis pensáis que soy como un ser castigado y gruñón, pero siempre bueno. Bueno no soy. Soy fácil de tentar, lo que pasa es que las personas pasan de tentarme. Ahora, aquí, en la soledad de mi fortaleza, en mi dársena que da a poniente, me siento por primera vez libre para el casi inexplorado campo de las tentaciones. Quien la lleva la entiende.
Me voy a dormir ya. Hoy 24 de enero de 2016, día de la acracia independiente de mi domicilio. ¡Viva Pósito, 5!

Y ahora es cuando ustedes en sus casas dicen: ¡VIVA!


ANTES

DESPUÉS