Hace ya un mes.
Un mes que por falta de tiempo,
de ganas o de algo que decir, no escribo nada por aquí. Ha sido febrerillo el
loco un mes sereno, donde el frío ha vuelto a poner las cosas en su sitio, y mi
adaptación a la nueva casa está yendo maravillosamente. Me encuentro a gusto en
mis dominios, y aunque algunas veces la mescolanza trabajo/ocio es una amalgama
de tiempos solapados, voy sorteando bien los obstáculos, aunque tenga momentos
de debilidad, como todos. El reposado encanto de la comida en la cocida de hule
de cuadros verdes sobre fondo blanco, el aroma de los guisos que se mezcla con
el olor a taller, y con el hedor del tóner, desgraciadamente —bueno, por el
aroma, porque yo necesito mi Xerox
funcionando a tutti pleni, el negosi, ya saben—, las siestas con Saber y Ganar y el asobine en el sofá,
sin que suene Juan Imedio de fondo.
Cosas todas ellas muy provechosas. No me siento en absoluto solo. La soledad es
un bálsamo que me está viniendo bien para mis quehaceres mentales. Todo pasa
lentamente, aunque las semanas vuelen, y ya parece que llevo media vida aquí,
durmiendo en la cama de mis ancestros y sin arreglar aún el enchufe de la
mesilla de noche; soy el mismo dejado de siempre, eso es impertérrito devenir.
Y sigo acumulando botellas de agua al pie de la cama, como recordatorio a Diógenes, aunque duerma con el Corazón de Jesús mirando todo lo que
hago. Las láminas te perdonan todo, claro. Son papel impreso y yo soy del
gremio.
Además, he recibido visita de allende del terruño. Esther vino a pasar un fin de semana, el de la vida del gorrino pachón, entre películas y comilonas, spaguetti de calabacín y charlas necesarias. Ha hecho bien a la casa y a mí. Todo el ciclo se cumple tarde o temprano, y ya he alcanzado el equilibrio entre cómo están las cosas y cómo estoy yo.
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Con Ster Miau |
Tener patio, aunque encajonado,
es buena cosa, pues muchas veces, aunque haga gélida temperatura me gusta
sacarme la silla y respirar el aire, con leve olor a leña quemada si hay
suerte. Aún queda mucho por recorrer, queridos amigos, pero todo llegará. Una
vez no forzada la situación y dejando fluir naturalmente las cosas, puedo decir,
sin temor a errar, que cada día la paz que ansiaba me va llegando.
Comidas de miércoles, cenas,
visitas quedan por hacer. Espero ilusionado nuevas aventuras sin salir de la
casa. Ansío poder escribir más, pero creo que para esa concentración, a ese
nivel de compromiso conmigo mismo, aún queda. Bueno, todo se andará.
Me doy, cuanta, y aunque no tenga
nada que ver, que hace 9 años empecé en esto de los blog en serio, escribiendo
mi primera entrada para el blog verde mameluco, referente durante 5 años. Sé
que esto no se convertirá nunca en eso, pero ineludiblemente me percato que es
el Día de Andalucía, 28 de Febrero y
me retrotrae a cuando volví de Donosti con la carrera aprobada y un gran peso
quitado de encima. Las pesadillas, los que me siguen todos los días, siguen
ahí, pero espero exorcizarlas en el futuro, a base de paz e ilusión. Poca cosa,
Mameluco, poca cosa pretendes. Pero el mundo, mi pequeño mundo, bien vale una
misa.
Comida de Miércoles con los hermanos |